Decodificando el dolor
En el año 2020 la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP por sus siglas en inglés) definió: “El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con daño tisular real o potencial”. [1]
Asociar el dolor a un daño estructural o tejido es una creencia errónea, que puede afectar al proceso de recuperación de una persona, debido a que el dolor no se encuentra en los tejidos sino en el cerebro, y depende de las creencias, experiencias y perspectivas que tiene la persona ante alguna situación. Los padres de la neurociencia del dolor actual, Wall y Melzack [2], descubrieron que asociar el dolor a un daño estructural o patología, puede incrementar el dolor de las personas.
El dolor es subjetivo y sumamente complejo, pero el dolor que sentimos es real y en parte el dolor es algo bueno, es un sistema de alerta y protección que nos brinda el sistema nervioso ante alguna situación para alertarnos que algo está pasando en nuestro cuerpo y debemos atenderlo; sin embargo muchas veces solo se atiende y trata a los tejidos, pero no a la persona que lo padece (paciente), es por eso (entre otras cuestiones) que el dolor persiste.
Los tejidos sanan, pero el sistema nervioso recuerda.
Es importante reconocer el contexto, hechos o vivencias previas al dolor que las personas refieren. Se han documentado casos de soldados que han perdido un miembro, o sido heridos durante una batalla sin sentir dolor mientras combatían [3]. Los soldados no sienten dolor en el combate, porque su cerebro analiza el entorno y considera que es una amenaza mayor para su sistema nervioso no continuar defendiéndose. Una situación “parecida” puede que te haya ocurrido a ti. Si has practicado alguna actividad con cierto contacto, como diferentes deportes equipo o de combate... es posible que hayas recibido un golpe durante la competencia (si practicabas deportes de contacto probablemente varios). Lo curioso es que te ha empezado a doler al terminar la actividad, puede que incluso el día después. De aquí la famosa frase de “me empezó́ a doler cuando me enfrié́”. En realidad es la misma situación que la del soldado en la batalla, a tu cerebro le parecía más importante ganar el partido o que no recibieras golpes en exceso durante el combate que enviarte dolor en ese momento. En cambio si sufrías dichos golpes en otros escenarios no competitivos, si sentías un dolor inmediato.
El dolor depende del contexto y la relación que el sistema nervioso le otorga a los hechos, por ejemplo todos hemos sentido dolor en algún momento de la vida, al agacharnos a levantar un objeto o al levantar algún objeto, asociando el dolor al movimiento (dolor = agacharse, agacharse = dolor), pero lo que no recordamos es que muchas otras veces anteriormente hemos hecho ese mismo movimiento agachándonos o levantando algún objeto y no sentimos ese dolor. Dando origen al miedo – evitación haciendo creer a nuestro cerebro que si hacemos ciertos movimientos existirá dolor, limitando nuestro cuerpo al movimiento, que en un futuro nos hará frágiles y posiblemente hasta sedentarios.
Como ya lo hemos mencionado el dolor es muy subjetivo, el dolor que puede sentir una persona no es el mismo al que tú puedes sentir, porque intervienen muchos factores biopsicosociales donde intervienen el contexto, las creencias y vivencias de las personas ante ciertas situaciones “cotidianas”. Lo que para algunas personas puede ser muy temido para otras personas (deportistas) puede ser una situación muy habitual como un golpe o una caída, pero si cualquier persona se corta con una hoja de papel o se pincha con algún alfiler seguramente sentirá un dolor intenso. Demostrando lo que las neurociencias ya han comprobado “El dolor no es proporcional al tejido dañado.”
En la actualidad se sabe mucho acerca del dolor, aún faltan muchas cosas por comprender e investigar, sin embargo pese a la toda la información que ya sabemos del dolor, muchos “profesionales de la salud” siguen creyendo que el dolor está en los tejidos y atienden a los tejidos que creen estar dañados y no a la persona que los padece, generando un efecto nocebo en la persona, retrasando el proceso de normalización del dolor o como los “profesionales de la salud” les llaman a dichas situaciones “su dolor es psicológico”, como es el caso muy común en los deportistas o pacientes que aún siguen sintiendo dolor a pesar de que su estructura muestra en pruebas de imagen que ya se encuentra recuperada. El problema es que persisten alteraciones a nivel nervioso que provocan que permanezca la amenaza en su cerebro. Aunque sus tejidos se hayan recuperado, en el sistema nervioso pueden permanecer señales de amenaza (dolor) y de las señales nerviosas entres los músculos y el cerebro. Todo esto provoca una alteración de los mapas cerebrales.
En Conclusión: El dolor es un mecanismo de alerta y a veces de defensa para informar al sistema nervioso que se siente amenazado o algo está sucediendo, no existe el dolor psicológico, el dolor que las personas sentimos es real, pero no necesariamente está en los tejidos y el dolor que cada persona siente es por contextos biopsicosociales, creencias y experiencias previas, dando origen al umbral del dolor de dicha persona.
Si tu dolor es crónico y lo has “tratado” y no desaparece puede que tu cerebro aún se sienta amenazado o en peligro, busca a verdaderos profesionales de la salud para que te traten a ti y no a tus tejidos.
Referencias
- IASP Subcommittee on Taxonomy. Pain terms: a list with definitions and notes on usage. Recommended by the IASP Subcommittee on Taxonomy. Pain. 1979;6(3):249-52.
- Butler, David y Moseley, Lorimer. Explicando el dolor. Adelaide : Australia, 2010.
- Neural representations and the cortical body matrix: implications for sports medicine and future directions. Wallwork, Sarah, y otros. p. bjsports-2015-095356, s.l. : British journal of sports medicine, 2015.